"You can tell whether a man is clever by his answers. You can tell whether a man is wise by his questions."- Naguib Mahfouz

lunes, 23 de septiembre de 2013

Vergüenza ajena, cerebro empático

Vergüenza ajena, cerebro empático
La vergüenza ajena activa las mismas zonas del cerebro que cuando vemos sufrir físicamente a alguien. / Jari Schroderus
 21 junio 2013

“En completa soledad, la persona más sensible sería por completo indiferente a su propio aspecto”, escribió Darwin. O, dicho de otro modo, “las emociones cobran una dimensión nueva en el contexto social: no es lo mismo perder al ajedrez en tu casa, que delante de todo el mundo”, como explica Ignacio Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Pero ¿por qué sentimos vergüenza ante una situación embarazosa de la que ni siquiera somos protagonistas?
Las personas con autismo, que tienen dificultad para empatizar en situaciones sociales complejas, no sienten vergüenza ajena
La neurociencia cognitiva ha ahondado poco sobre la vergüenza ajena en comparación con otras emociones sociales que engrasan el sistema moral de los seres humanos, como la envidia, la compasión y los celos.

Al percibir cómo otros destrozan sin pudor las normas sociales, el cerebro pone en marcha las mismas regiones que en momentos empáticos
El poso empático
La empatía, intermediaria de emociones sociales como la compasión y la agresividad, también desempeña su papel en este caso. “Cuando tienes vergüenza ajena sientes empatía por alguien que pone en peligro su integridad al violar las normas sociales –puntualiza el doctor Paulus–, se trata de una vergüenza empática”.
Además, su experimento neuronal mostró que, al percibir cómo otros destrozan sin pudor las normas sociales, el cerebro pone en marcha las mismas regiones que en momentos empáticos: la corteza insular y el córtex del cíngulo anterior, dos estructuras relacionadas con las emociones viscerales y la sensación de alerta, respectivamente.
“Son regiones en la interfaz de la cognición y la emoción”, indica Susanna Carmona, investigadora del Laboratorio de Imagen Médica en el Hospital Gregorio Marañón. Los escáneres cerebrales han mostrado la fuerte actividad de estas dos estructuras corticales cuando alguien siente compasión por el dolor ajeno, tanto físico como psíquico.
Siguiendo el mismo trazado neuronal de la empatía, el investigador Philip L. Jackson, de la Universidad de Washington (EEUU)ha indagado cómo los seres humanos perciben el dolor de los demás. Sus trabajos con neuroimágenes revelan un intercambio interpersonal afectivo en estas situaciones que activa las mismas rutas: córtex del cíngulo anterior y la corteza insular.
Esta capacidad de ponerse en el lugar del otro le da a la mente humana una dimensión de cerebro compasivo, tal y como lo llama un equipo de investigación de la Universidad Politécnica de Helsinki (Finlandia). Uno de sus estudios, coordinado por Riitta Hari, también indagó en los sistemas espejo de los humanos. Se ha comprobado que son mucho más detallados de lo que se había pensado.
La complejidad de las relaciones sociales
Nuestra respuesta afectiva hacia los demás depende de la propia habilidad de empatizar con los pensamientos y las intenciones ajenas. Y, además, reaccionamos de maneras diferentes en función de si percibimos o no el bochorno en el protagonista del momento ‘trágame, tierra’.
Según los resultados de las investigaciones de Paulus, el observador siente mucha más vergüenza ajena si el sujeto es consciente de su comportamiento ridículo, en comparación con las situaciones accidentales. El mismo resultado se invierte en personas con trastornos del espectro autista (TAE).
Este año, el equipo de investigación alemán ha publicado nuevos resultados sobre vergüenza ajena en un grupo de 32 personas con TAE. Estos individuos presentaban serias dificultades para ponerse en el lugar del otro, sobre todo en escenarios sociales complejos en los que alguien violaba las normas sociales adrede.
“Nuestros resultados nos pueden ayudar a abordar un espectro más amplio de la experiencia afectiva y darle la importancia que merece en el desarrollo humano y los trastornos clínicos”, concluye el doctor Paulus, que continúa con su cruzada de trasladar ideas de la psicología social a los escáneres cerebrales de la neurociencia.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA: http://www.agenciasinc.es

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