"You can tell whether a man is clever by his answers. You can tell whether a man is wise by his questions."- Naguib Mahfouz

lunes, 17 de marzo de 2014

¡Te has puesto como un tomate!



Puede suceder tras un comentario comprometedor, cuando dos miradas se cruzan o porque sí. El sistema nervioso simpático se hiperactiva. El corazón se acelera, el calor inunda la cara y llega hasta las orejas. Ahí está el rubor facial, expresión incontrolable, imposible de fingir y sin equivalente en otros animales. Algunas personas desarrollan tal fobia a ponerse coloradas que les condiciona la vida; pero se puede operar.
Más atractivos y más dignos de confianza
“Lo único que se me ocurre es que cuando alguien se sonroja transmite a los demás que es consciente del efecto de sus acciones y que le importa ser cooperativo y honesto”, dice Waals. Esta reflexión está en la línea de la teoría más aceptada en la comunidad científica, la 'comunicativa', en la que el rubor tendría la función de transmitir información y sería considerado como algo positivo por parte de los demás. “Tras una transgresión, percibimos como más empático y digno de confianza a alguien que se pone colorado”, explica Peter J. de Jong, profesor en psicología experimental de la Universidad de Groninga (Holanda) en su libro The psycological significance of the blush.
“Parece que el rubor potencia la impresión de que el oponente se arrepiente de su traición, por lo que esta reacción podría ser válida como señal de conductas conciliadoras y de preocupación por los demás”, explica el experto.
Esta teoría cuadraría con que “humanos y primates estamos muy bien equipados para detectar el rubor”, según el investigador, y con el hecho de que los observadores solemos percibirlo unos segundos antes de que el sonrojado se percate. “Si asumimos que cambios sutiles en el color rojo reflejan alteraciones emocionales, puede que haya habido presiones selectivas para detectarlo como señal de alerta”, afirma de Jong.
La operación para evitar sonrojarse consiste en seccionar el nervio simpático a la altura de las primeras costillas
También es cierto que las mujeres se sonrojan un poco más que los hombres, pero todavía no sabemos por qué”.
Otra hipótesis es la de la atención social indeseada. Según sus defensores, el rubor provoca que el observador se sienta incómodo y desvíe la atención para ayudar a su interlocutor a recuperar la compostura
Referencia bibliográfica: http://www.agenciasinc.es/

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